Carlos Baeza Viveros, 38 años al servicio de la Educación de Laja

El asistente de la educación se acogió a retiro tras casi cuatro décadas vinculado al Liceo Héroes de la Concepción y fue homenajeado en Concejo Municipal.

 

Todo llega, inevitablemente, a su fin. Es necesario para comenzar nuevos desafíos y probarse en nuevos escenarios. Así como el camino de don Carlos Baeza Viveros, quien el pasado 31 de diciembre de 2019, finalizó su gran viaje por la educación lajina. Un viaje que inició el primero de noviembre de 1981, con 30 años recién cumplidos, cuando ingresó a desempeñarse en el Liceo Héroes de la Concepción. Allí, don Carlos dio las primeras muestras de su calidad, de su dedicación y fue el lugar donde comenzó a depositar las semillas que hoy cosecha.

De esa fresca mañana de noviembre han pasado 38 años y dos meses. 38 años escolares, 38 generaciones egresadas, miles de historias, eterna gratitud. Y es que, personas como don Carlos escasean en estos días. Su compromiso a prueba de todo, la constancia para cumplir con sus quehaceres y la infinita paciencia para tratar con todas y todos lo han instaurado como un personaje en su segundo hogar, el Liceo Héroes de la Concepción y como alguien que en su ausencia no pasará desapercibido.

Es por ello, que el alcalde de Laja, Vladimir Fica Toledo, no quiso pasar por alto la oportunidad de agradecer la entrega de tantos años por don Carlos y lo invitó a compartir un desayuno especial en la Municipalidad. Allí, acompañado del actual director del Liceo A-66, Jorge Lizama Díaz, junto con la inspectora general, Paulina Sánchez, y la directora (r) de Daem Laja, Mirta Morin Muñoz, recibió un galardón conmemorativo.

Posteriormente, en la primera sesión del Concejo Municipal en 2020, el jueves 2 de enero, don Carlos fue homenajeado, junto a su compañera de cuatro décadas, Emperatriz. De la mano del alcalde Vladimir Fica Toledo, junto a todo los concejales de Laja, recibió una nueva condecoración, además, de un ramo de flores.

Don Carlos, destacó por siempre tener una sonrisa amable al entrar, un amistoso apretón de manos, una talla para romper el hielo, una mano cuando hacía falta. Siempre con disposición, la misma que lo llevó a buscar nuevos desafíos y abandonar su Quilleco natal, la misma que lo trajo a San Rosendo primero y, posteriormente, a Laja, donde encontró el sustento laboral pero, más que eso, una familia.

Acompañado por su señora esposa, Emperatriz, y sus cuatro hijos, quienes han regalado a don Carlos la felicidad de ser abuelo, decidió retirarse. Guardar su delantal y comenzar una nueva etapa, el capítulo más reconfortante. Disfrutar del amor y cariño de la familia y deleitarse con la cosecha de tantos años de esfuerzo y dedicación.

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